En una ciudad como Quilmes, donde el domingo se comparte en familia, la pasta fresca no es solo comida: es parte de la cultura. Pero en tiempos donde todo viene en paquetes, envasado al vacío y con fechas de vencimiento que duran más que un alquiler, vale la pena volver a preguntarse:
¿Qué tiene de especial una buena pasta fresca? Sin entrar en vueltas, queremos contarte eso. Por qué hacemos lo que hacemos. Por qué la pasta fresca bien hecha no tiene reemplazo, y por qué cada vez que alguien elige venir hasta nuestro local o hacer un pedido, no se está llevando “una pasta más”, sino algo bastante más rico que eso.
La materia prima no es un detalle
Arrancamos por lo básico. Una buena pasta empieza por la harina, o mejor dicho, por la sémola de trigo. Es una harina de grano duro, que se nota apenas la tocás. Tiene otro color, otra textura y, sobre todo, otro sabor. La mayoria no lo sabe pero las pastas se inventaron en China. Sin embargo, el pais de la pasta es sin dudas Italia. En Italia hay dos tradiciones, las pastas a base harina y las pastas a base de sémola.
Nosotros no usamos harina común. No porque sea “mala”, sino porque no sirve para lo que hacemos. La sémola es lo que hace que la masa tenga firmeza, que no se pegue toda cuando la cocinás, que no quede gomosa. Es como la base de una buena pizza: si no arrancás bien, no hay mucho que hacer.
La textura: esa sensación que no se puede mentir
¿Viste cuando la pasta está blanda, como pegajosa, y no sabés si estás comiendo fideos o masa de tarta? Bueno, eso no pasa con una pasta fresca bien hecha.
Acá nos fijamos mucho en cómo se siente la masa. Que tenga resistencia, que no se pase en dos minutos, que se note que estás comiendo algo de verdad. Eso no lo da una máquina. Lo da el ojo, la mano, la costumbre.
Y aunque muchos no lo sepan, la textura de la pasta cambia cómo se agarra la salsa. Una buena pasta la absorbe, la acompaña. No nada en ella. No se esconde.
El corte justo. El momento justo.
No hacemos pasta para stockear. No tenemos un depósito con bandejas apiladas. Hacemos lo que se va a vender fresco. Eso significa que cada raviol, cada cinta, cada ñoqui, sale para vos.
Hay gente que piensa que cortar pasta es pasarla por la máquina y listo. Pero no es así. Cada tipo tiene su forma, su tamaño, su momento. No es lo mismo una masa para ravioles que para sorrentinos. Y si lo apurás, se nota.
Hacerlo a mano no es por romanticismo. Es porque se nota cuando está bien hecho.
El relleno tiene que tener algo para decir
En las pastas rellenas, el equilibrio lo es todo. Si hay pura masa y poco relleno, te sentís estafado. Si hay demasiado relleno, la pasta no cierra bien, se rompe, se desparrama. Nosotros buscamos el punto justo. Y eso llevó más de 70 años de prueba, error, y un par de puteadas hasta que queda obtuvimos un producto de alta calidad.
Los rellenos no son un puré sin forma. Son mezclas pensadas, con ingredientes que se notan. Espinaca que tiene gusto a espinaca. Ricota de verdad, no esa aguada que no sabés qué es.
No escondemos lo que hay. Lo mostramos, porque es bueno.
Lo artesanal no es lento. Es otra velocidad.
Nos gusta trabajar con tiempo. No porque seamos lentos, sino porque hay cosas que no se pueden hacer apurados. La masa tiene que descansar. Los ñoquis necesitan su rato. El raviol no se apura.
Todo eso se traduce en una pasta que no se desarma, que no se pega, que sale pareja.
Hay procesos que no se negocian. Y no es porque estemos chapados a la antigua: es porque nos importa que esté bien.
Sin cosas raras. Sin conservantes. Sin "saborizante a gusto"
Nuestros ingredientes los conocés. Sémola, huevo, agua, y lo que diga el relleno.
No usamos conservantes. Por eso dura lo que tiene que durar. Lo que es fresco, no tiene que durar un mes.
Y está bien que sea así. Porque eso quiere decir que no tiene cosas que no debería tener. Si querés comer sano, empezá por saber qué hay adentro de lo que comés.
La pasta que te llevás no salió de una cinta transportadora. Salió de las manos de alguien que se levanta a las 6, que prueba, que cambia, que conoce a los clientes por nombre.
Y eso se nota.
Porque no es lo mismo comprar algo sin saber quién lo hizo, que saber que lo preparó alguien del barrio, que está poniendo el cuerpo para que comas bien.
Acá no vendemos “producto”. Vendemos algo que forma parte de tu mesa. Y eso lo hacemos con cuidado.
Comprar pasta fresca es una experiencia
Y si no podés venir, te lo mandamos. Pero igual tratamos de que el trato no se pierda. Porque no sos un número de pedido. Sos alguien que confía en lo que hacemos.
Y eso para nosotros vale.
No es solo comida. Es lo que pasa alrededor.
A veces no lo pensamos, pero la pasta está en los mejores momentos:
-
Los domingos en casa.
-
La cena de reconciliación.
-
La comida que llevás cuando vas a ver a tu vieja.
-
Ese día que te cocinaste vos, con una copa de vino.
No vendemos solo masa. Vendemos un pedazo de esos momentos. Y eso no se mide en gramos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario